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Diciembre 9, 2014
Escuchar la palabra esclavitud es sinónimo de problemas y situaciones del pasado para la mayoría de los habitantes de Norte América. Lamentablemente la esclavitud sigue siendo una realidad en nuestros tiempos, lo que lo diferencia es el trato, ya que ahora la estructura es por medio de contratos.
En la actualidad, al igual que en el pasado, el estado es quien regula mediante ley el salario mínimo, recordando que los estados en su gran mayoría, por no decir todos, son sobornados por cabilderos para poder lograr su fin común, enriquecerse. Dichas prácticas son las que nos han llevado a la actual desigualdad, donde la brecha entre las clases sociales sigue creciendo y son dichas prácticas las que nos tienen en el estancamiento social en que nos encontramos.
Los estudios en el tema de la desigualdad nos dicen que el 1% de la población mantiene el 50% de las riquezas del mundo, y que los ricos pagan menos impuestos que la clase media y los pobres en muchos países del planeta. También es evidente que las reglas establecidas en la democracia son impuestas por la minoría, que son los ricos. Los ricos son los que han implantado recortes en la inversión y protección social, redundando dichas prácticas en el estancamiento económico, educativo y de salubridad a nivel mundial.
Cuando escuchamos a nuestro pueblo expresarse podemos internalizar y entender que somos esclavos del sistema y estamos presos en la desigualdad. Son pocos los obreros y la mies es mucha. Lo que tenemos que acabar de entender es que si no ayudamos a desarrollar este pueblo en igualdad de condiciones, nuestro futuro estará cada día más lleno de injusticia y maldad.
Cuando analizamos el núcleo familiar en Puerto Rico notamos que esté se encuentra totalmente destrozado, el 52% de nuestra población son féminas, y el 36% de las féminas son madres solteras de las cuales el 64% vive en niveles de pobreza. La gran mayoría de estas féminas son mujeres con preparación académica y su núcleo familiar no es mayor de tres personas. Estos datos refuerzan la carencia una base familiar sólida, lo que a su vez nos hace entender el porqué de la carencia de valores en el hogar.
Otro pilar de nuestra sociedad que está en decadencia es nuestro sistema educativo, que necesita una reestructuración en donde la base de la enseñanza sea el individuo y que los currículos se preparen a la medida de los estudiantes y sus inteligencias individuales.
Nuestro pueblo pide a gritos un sistema donde la salud sea la prioridad. Un sistema donde la salud física, mental y la sana convivencia sean nuestro norte. Necesitamos medios de comunicación que refuercen los valores y la educación para poder desarrollar la comunidad y vivir en armonía. Solicitamos una base empresarial nativa que aporte al desarrollo social en vías de fortalecer al individuo y al desarrollo de una vida en familia.
En síntesis, nuestro sistema actual carece de una buena zapata, el carecer de una buena base nos pone en desventaja para poder manejar los temporales sociales que estamos viviendo. Los factores económicos se entrelazan con la carencia de valores y nuestras primeras planas se llenan de noticias donde se palpa la destrucción de las familias y la necesidad de aceptar de qué nos hemos alejado de nuestro creador. Lo único que resta es preguntarnos, ¿Seremos esclavos del sistema en pleno siglo XXI?